Las chicas del barrio by Tània Juste

Las chicas del barrio by Tània Juste

autor:Tània Juste [Juste, Tània]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-09-04T00:00:00+00:00


11

El año 1933 comenzó como un calvario en la tintorería de la señora Minerva. Su marido sufrió una apoplejía y medio cuerpo se le quedó paralizado. Permaneció unas semanas en el hospital y la pobre mujer se desdoblaba entre el negocio y atender a su marido. A Lola le preocupaba verla tan desbordada por la situación y aún más porque había dejado la caja y los números en manos de Esteve. Por supuesto que lo primero que hizo él fue apartarla de su lado, y solo se le permitía planchar y lavar la ropa junto a Irene. En cuanto a Jaume, se deslomaba haciendo la labor de tintorero que hasta el momento ejercían entre tres. Aquella situación no podía prolongarse mucho más porque el ambiente se había vuelto absolutamente hostil entre hermanos y Lola temía que ocurriera algo. Y ocurrió.

Acababan de estrenar el mes de marzo cuando un día Lola entró en la tintorería tan impetuosamente que pilló a Esteve guardándose unos billetes de la caja en el bolsillo. Se detuvo en seco y el chico no supo si ella lo había visto o no.

—Ya era hora, llegas tarde, chica —le soltó sin razón—, que para algo te pagamos y aquí el trabajo no se hace solo.

Lola no dijo nada, pero lo miró con toda la intención como queriendo decir: «Ya te he visto, ya. No pienses que lo voy a pasar por alto».

Y más tarde, cuando la clientela ya se había marchado y estaban poniendo orden para el día siguiente, cuando Esteve, como cada día, ya se había ido a hacer de las suyas y los había dejado a los tres solos en la tintorería, Lola se decidió a hablar con ellos.

—Hoy vendrá vuestra madre y debéis saber lo que ha pasado —comenzó.

A Jaume e Irene se les fue mudando la expresión mientras Lola les contaba lo que había visto aquel día nada más entrar en el establecimiento.

—No es la primera vez —admitió Jaume después de resoplar—. Lo pillé hace un par de semanas y le hice devolver el dinero a la caja. Se lo gasta en apuestas o saldando deudas que tiene, yo qué sé.

Jaume estaba muy furioso y la sangre se le subía a la cara hasta ponerse como un tomate. Lo último que deseaba era tener que dar más disgustos a su madre y se debatía entre la rabia contra su hermano y el bienestar de ella.

—Tenemos que decírselo a nuestra madre —intervino Irene con contundencia.

—No sé… No estoy seguro.

—¿Y qué quieres, que Esteve se salga con la suya y hunda la tintorería? —no pudo evitar la réplica Lola, crispada. Se sentía tan parte de aquel problema como ellos—. Jaume, piensa que tu hermano os va a dejar a todos a dos velas si le das tiempo… —El muchacho asentía en silencio. Estaba pensando.

—¿Sabéis lo que vamos a hacer? —les propuso—. Dejadme que vuelva a hablar con él. Esta vez seré mucho más tajante y lo obligaré a que me enseñe el libro de cuentas para comprobar todo lo que falta y todo lo que seguramente tiene que devolver.



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